Si siguen las instrucciones del Gobierno al pie de la letra, los mayores de 70 años en Colombia pasarán la mitad de un 2020 marcado por la pandemia del coronavirus confinados en sus hogares. Su malestar es tan palpable que el presidente, Iván Duque, ha intentado contener los daños. El mandatario más joven en la historia reciente del país, con 44 años, se ha disculpado por tratar a los adultos mayores de “abuelitos”, pero eso no ha aplacado la indignación de los septuagenarios que, ajenos a la nueva fase de respuesta a la crisis sanitaria que comenzó esta semana, deberán seguir encerrados al menos hasta el 31 de agosto. Una restricción que ha provocado un capítulo propio de la “revolución de las canas” que ha sacudido otros países.
Hay unos tres millones de personas mayores de 70 años en Colombia, un país con algo menos de 50 millones de habitantes, según las cuentas del Ministerio de Salud. El Gobierno, con el propósito declarado de salvar vidas, sostiene que encerrarlos no es un capricho, el propósito es protegerlos y evitar que el sistema de salud se vea desbordado como en otros lugares. El Ejecutivo argumenta que representan hasta ahora más de la mitad de las cerca de 1.000 muertes asociadas a la covid-19 que acumula el país. Sin embargo, un número creciente de afectados tilda la medida de discriminatoria y la considera un desafío a las libertades individuales. En Francia, los mayores hicieron recular a otro joven presidente, Emmanuel Macron. En Colombia, el confinamiento se sostiene, pero los inconformes se han dejado sentir.
A los mayores no les han faltado voceros. Quizás el primero en ventilar su malestar fue el reputado periodista Daniel Samper Pizano –quien regresó del retiro a sus 74 años para escribir en Los Danieles, el nuevo portal de su hijo, Daniel Samper Ospina, en equipo con Daniel Coronell–. “Menos cariño y más sensatez, por favor. ¿Quiénes aconsejaron esta condena al sedentarismo? (…) ¿Qué juristas aprobaron conculcarnos los derechos que ejercen los demás? Según la ciencia, los mayores no contagiamos más que el resto, pero somos más vulnerables. Es solo relativamente cierto. A numerosos fallecidos en ancianatos los mataron la pobreza y el hacinamiento, no la edad”, escribió Samper Pizano. “Como no quiero vegetar ni competir por un respirador, tengo una propuesta. Hace años suscribí un papel en el que exijo una muerte digna y rechazo innecesarios paliativos. Estoy dispuesto a firmar que también renuncio a un cupo en la UVI [Unidad de Vigilancia Intensiva] a cambio de que me reconozcan sin demora los derechos de los demás ciudadanos”.
Esa chispa encendió otros reclamos. “Creo que los mayores de 70 años debemos organizarnos ya como movimiento político de autodefensa para no volver a elegir mocosos abusivos de nuestros derechos y para que no sigan llamándonos abuelitos cuando nos privan de libertad”, trinó el exministro de Hacienda Rudolf Hommes, de 76 años, unas de la voces más militantes de ese coro. Reivindica que ha quedado claro que son un grupo de gente pensante, activa, solidaria con sus contemporáneos y beligerante. La rebelión incluso ha llegado a la esfera del fútbol, pues el colombo-uruguayo Julio Comesaña, entrenador de 72 años del Junior de Barranquilla, interpuso –y retiró– una acción jurídica contra el presidente Duque y el ministro de Salud. Alegaba que el aislamiento vulnera su derecho al trabajo al impedirle retomar las riendas del popular equipo del Caribe cuando se reactive la liga profesional.
Luego de más de dos meses de cuarentena, Colombia pasó este lunes a una nueva fase que relaja el confinamiento de millones de personas. Duque ha sido insistente en su propósito de recuperar la “vida productiva” –más no la “vida social”– mediante una reactivación económica gradual. Las nuevas excepciones son tan extensas que se interpretan como un levantamiento de la cuarentena. Son 43 que incluyen conceptos tan amplios como las “actividades profesionales, técnicas y de servicios en general”, o el comercio al por mayor y al por menor, incluido el funcionamiento de centros comerciales –salvo en las ciudades más golpeadas–. También bibliotecas, museos y peluquerías.
Sin embargo, los adultos mayores continúan encerrados, como lo han estado desde el 20 de marzo, aunque ahora pueden salir al aire libre tres veces a la semana por media hora en horarios puntuales. El confinamiento ha sido especialmente estricto con ellos y con los niños, que aunque tienen bajo riesgo pueden transmitir el virus. “Los abuelos en Colombia juegan un papel preponderante en la crianza de los niños, y en un porcentaje significativo unos y otros comparten el mismo techo”, señalaba a este periódico el ministro de Salud, Fernando Ruiz, al explicar las restricciones para ambos grupos.
Muchos han resentido el tono condescendiente con el que Duque se ha referido a ellos en su programa diario. El mandatario incluso se vio obligado a matizar. “He visto a personas que han expresado públicamente que se han molestado por haber utilizado la palabra ‘abuelitos’. De antemano les quiero decir que lo hice con cariño, pero entiendo la molestia. Si alguien se ha ofendido pido honestamente disculpas”, dijo en otra de las emisiones, hace un par de semanas. Pero eso no aplacó el malestar. Tampoco la ventana para salir una hora y media semanal al aire libre. El debate se agitó, de nuevo, durante el fin de semana.
“La severidad de la cuarentena para los mayores de 70 años, ha venido a impulsar una cierta línea cultural anterior: el desprecio por los viejos. Si antes era apenas un asomo, ahora el mensaje se expresa de manera más fuerte”, se quejaba en las páginas de la revista Semana Humberto de la Calle, quien a los 73 años fue hasta hace apenas algo más de tres años el jefe negociador del Gobierno que selló el histórico acuerdo de paz con la extinta guerrilla de las FARC. La escritora Florence Thomas (77), una de las feministas más visibles del país, fue aún más lejos al asegurar que la pandemia le ha cambiado la vida y anunciar que se propone incumplir la medida. “Solía ser una mujer del afuera y como muchas, había conquistado la calle, pero hace tres meses estoy encerrada y sola”, se ha lamentado. “Si esto continúa hasta agosto no hay nadie que aguante. El cuerpo se deteriora de una manera impresionante si no toma sol, si no toma el aire. Y hay algo que estamos olvidando con la pandemia: la gente no solo muere de covid, también de soledad y tristeza”.
La empatía en las páginas de opinión, las redes sociales y la discusión pública no se ha limitado a septuagenarios y jubilados. “Vendrán brotes de desobediencia civil y acciones judiciales luchando por reglas de juego sin discriminación etaria. Les auguro éxitos a las demandas contra el intento de archivarlos durante casi medio año”, vaticinó el economista Marc Hofstetter, profesor de la Universidad de Los Andes, en su columna de El Espectador. “También me parece injusto que mayores de 70 años deban quedarse en casa más que resto de edades”, opinó en Twitter la reputada epidemióloga Zulma Cucunubá, investigadora del Imperial College británico. La experta planteó que lo que se requiere es aumentar el testeo y rastreo de casos y contactos a tal punto que la infección en la población general se reduzca al nivel más bajo posible para proteger a todos. Esos mensajes provocaron un fugaz intercambio público con el propio ministro Ruiz, quien también es médico con maestría en Salud Pública. El funcionario defendió que el Imperial College “siempre ha planteado el aislamiento de mayores de 70 como una intervención efectiva”.