Estremecido, desgarrado por el dolor, registro entristecido, con profunda indignación la muerte de Miguel Uribe Turbay, en la madrugada de hoy (1:56 a. m.) lunes 11 de agosto, joven senador -el más votado-, precandidato presidencial por el Centro Democrático; atroz, abominable, incivilizado, repudiable magnicidio que tiene en estado de zozobra a su digna, inconsolable, descorazonada, destrozada esposa María Claudia Tarazona -hijo e hijas- a quien despidió con estas sentidas palabras: “Siempre serás el amor de mi vida. Gracias por una vida llena de amor, gracias por ser un papá para las niñas, el mejor papá para Alejandro. Pido a Dios me muestre el camino para aprender a vivir sin ti. Nuestro amor trasciende este plano físico. Espérame, que cuando cumpla mi promesa con nuestros hijos, iré a buscarte y tendremos nuestra segunda oportunidad. Descansa en paz amor de mi vida, yo cuidaré a nuestros hijos”.
Igual en ascuas a su abatida, apesadumbrada, desconsolada hermana María Carolina Hoyos Turbay. Este su último adiós: “Miguel Guerrero, esta fue la voluntad de Dios. No encuentro explicaciones, pero no me queda más que asumir este nuevo dolor con fe“. “Estoy segura que nuestra mamá, que tanto te ama, te recibe hoy con los brazos abiertos“; también nuestra abuela te estará esperando “con ternura infinita“. “Con el corazón roto, pero aferrada a mi fe, me atrevo a decirte lo que jamás imaginé… pensé que tú me despedirías a mí, era lo lógico. ¡Vuela alto, Miguel de mi corazón!, ¡descansa en paz!“.

Mortificación que apremia igualmente a la compungida familia política; a la contrita comunidad local e internacional: al expresidente Álvaro Uribe; a los colegas del Congreso, de partido, aspirantes presidenciales; a la cofradía -inconmensurable- de admiradores, seguidores y simpatizantes, a los que de corazón me uno con los míos, en cuyo nombre, apenado, expreso mis condolencias, hago llegar un solidario, fraternal abrazo de respaldo, respeto, acompañamiento.
Luctuoso atentado que avergüenza al país y revive los perpetrados en las sangrientas décadas de los 80 y 90 del siglo pasado por el Cártel de Medellín que, curiosamente, actuaba junto al M-19, abrigo del torcido Gustavo Petro, época de ingrata recordación en la que fue secuestrada y asesinada en 1991, por orden de Pablo Escobar, su afectuosa, cálida, integérrima, meritoria y orgullosísima madre, la periodista Diana Turbay.
No se requiere ser zahorí para colegir que la interacción entre las arteras, canallescas fuerzas del mal, afines al altanero, arrogante, desafiante Gustavo Petro; a sus desmesuras, maltratos, tropelías, a su hiriente, gansteril, pistolero, verdulero lenguaje, fundamento, germen que ha contribuido a enrarecer el ambiente político colombiano; a alentar, fomentar, apuntalar el estado de intolerancia, odio, polarización, resentimiento social, sectarismo, sobradez de Petro que combinadas con su ignorancia, el desaire, irrespeto a la legalidad, al estado de derecho, estímulo a la lucha de clases, son la causa de la tensión institucional; sacrílega inconducta funcional característica del rencoroso, sectario, vengativo Presidente, que contrasta con el patriotismo, civilidad del inmolado Miguel Uribe Turbay.
Un ser humano, con todos sus letras; ciudadano a carta cabal, admirado, exitoso, multifacético, respetado, extraordinariamente seductor; un torrente de luz, de juventud, ejemplo de vida; un lucero que brilló -en solitario- en el cielo de la patria, de su partido. Faro de esperanza que acaba de apagarse. Un dirigente de acción, irremplazable; incansable luchador social por un mundo mejor en favor de los más necesitados, desvalidos, excluidos; vertical líder, mejor equipado -intelectualmente hablando-, con más futuro que pasado. Vacío que nada ni nadie podrá llenar.
Paradigma de las nuevas generaciones, comprometido -como el que más- con los valores democráticos, morales; rebelde con causa; testimonio de amor hacia los suyos, hacia sus semejantes, fortalezas que en su corta, fructífera carrera le permitieron enfrentar con decoro, dignidad, entereza -sin temor ni miedo-, los avatares planteados por el actual embustero, hipócrita, mendaz, nauseabundo, tramposo Gobierno, cuya cabeza, charlatán, copia al carbón de ‘El Buscón’, novela cumbre (1626) de Francisco de Quevedo; despiadada, irónica, mordaz crítica a la hipocresía; esbozo de un pícaro que para ascender política, socialmente, sobrevivir, lo hizo mediante artimañas, engaños, mentiras y traiciones idénticas a las utilizadas por el cuestionado zascandil en comento.
Emputecidos sectores ciudadanos rubrican sin titubeos su conducta, como la que azuzó, estimuló, incitó el deplorable, resonante, sinsentido, vil asesinato, repudiado por tirios y troyanos, que oramos porque la justicia lo esclarezca; comunidad que clama porque caiga todo el peso de la ley sobre los coludidos; contexto delineado por el expresidente Gaviria: “El ataque a Miguel Uribe no es solo una tragedia personal; es una amenaza directa a la democracia y al respeto por la diferencia”.
Ante la larga noche, el infame, salvaje atentado incitado -recalco- por la desbocada prédica de la endemoniada, hipócrita hiena en cuestión, que para más inri, expectoró entonces este insentido sollozo: “Este es un día de dolor. Invito a rodear a la Fuerza Pública”, olvidando que desarmó, desmanteló -so pretexto de la‘impunidad total’-,en favor de la retaguardia petrista: la primera línea y los feroces criminales rebautizados -no es hipérbole- ‘gestores de paz’, colmados calculadamente de gabelas, garantías, ceses al fuego que las fortaleció, oxigenó. Harto de tantos desmanes, despotismos, desvergüenzas, letal, subversiva malignidad que la historia juzgará, considero una omisión de deber callarla.
Espero -para terminar- que las “banderas”, “causas” o “ideales” que agitó, enarboló, promovió MIGUEL, no queden expósitas, que reverdezcan en favor, servicio de la patria que con extraordinaria suavidad rueda pendiente abajo -lo dijo Dickens- empujada por el Gobierno hacia el precipicio, quien desatendió los múltiples pedidos de protección.
Gobierno al que le endoso la frase póstuma del valiente expresidente peruano, Alan García dedicada sus enemigos: “ahí les dejo el cadáver como muestra de mi desprecio”.
Deposito una rosa blanca y una lágrima en el sarcófago como despedida, no sin manifestar el deseo porque los dioses del Olimpo lo tengan a buen cuidado. Que esté disfrutando ya del premio que el Altísimo tiene reservado a las almas justas.
¡Gracias MIGUEL por haber vivido, por su legado! ¡Misión cumplida!
¡A Colombia, a los suyos, a los admiradores nos va a hacer mucha falta!
“Requiescat in pace”