Señores:

Doctor, NAPOLEÓN PERALTA
Presidente de la Asociación Nacional de Pensionados (ANPPE)
RICARDO RODRÍGUEZ
Secretario

La ciudad-

Agradezco la afectuosa INVITACIÓN ESPECIAL al merecido homenaje de gratitud que la encopetada, loable Asociación Nacional de Pensionados (ANPPE), en buena hora dirigida por el doctor Napoleón Peralta, rinde al caro, leal compañero de luchas, ANTONIO CANO GARCÍA, persona que enarbola en Colombia la defensa del ‘VIEJO’,  que no ‘adulto mayor’, conmiserativo, eufemístico apelativo con el que se intenta maquillar -vanamente- la dorada, imparable, inocultable adultez y la noche que nos acosa, a pesar de muestro apego por la vida.

Honrosa condición que en la cultura oriental -tan apartada de la nuestra- es digna de respeto, afecto, acatamiento, sinónima de sabiduría, madurez, experiencia, moderación. Al respecto Montaigne nos recuerda: “La juventud también muere en nosotros, que es real y verdaderamente una muerte más dura que la muerte completa de una vida languideciente y que la muerte de la vejez

Vocablo transmutado por nuestro admirado, preclaro amigo, en filosofía de vida que, a semejanza de los estoicos de la antigua Roma, incita a ‘ENVEJECER CON FELICIDAD’, sabroso, como diría Francia Márquez; a vivir cada día, cada instante con amor, como si fuera el último de nuestra existencia; propósito que insta no solo a procurar el bienestar personal, sino a trabajar por la bienandanza, ventura de los compatriotas, contrario al doloroso, incurable desamor que induce al huero egoísmo que cual motor mueve a buena parte del mundo, de la sociedad, de los gobiernos, causa de la contagiosa, exclusión, insolidaridad, inequidad.

Lastre contra el que batalla -sin rodeos ni tapujos- ANTONIO, en el marco de la Constitución y la ley “en el Congreso Nacional como fuera de él, en defensa de los derechos legítimos adquiridos de los colombianos” como reza la invitación extendida, que agradezco de corazón, máxime, cuando me hace copartícipe -inmerecida, tácitamente- del aristocrático, linajudo, refinado reconocimiento que legitima el accionar, quehacer -en el que nos reconocemos- de nuestro benemérito, ilustre personaje en comento.

Desinteresada, exitosa, insomne, misericordiosa brega encaminada a enmendar la discriminación, estigmatización, injusticia, maltrato irrogados a los lapidados, vejados  pensionados, aglutinados en FONPRECON, por la solapada, ufana medianía que se atornilló, enquistó por décadas a su coto de caza privado; pesadilla que por fin el Gobierno se allanó a expectorar mediante una fulminante, humillante destitución, indesligable de las fundadas,  indiscutibles, inequívocas,  persistentes, robustecidas denuncias avivadas en forma incansable, incesante por el guardián del jubilado, su  rostro visible- ANTONIO CANO GARCÍA, dedicado de tiempo completo a velar por su bienaventuranza -sin ocultos, subalternos cálculos, intereses.  

Tangible gestión cuyas resultas -enhorabuena- saltan a la vista, representadas por la soñada seguridad jurídica, el amparo, el resguardo -sin excepciones- de nuestros contemporáneos. Causa que cual mito de Sísifo, se echó al hombro sin reparar en gastos, incomprensiones, a costa del reposo personal, tranquilidad familiar, en desmedro de su peculio, de su preciado tiempo. 

Desvelada lucha que este humilde escriba, complacido ha acompañado, coreado, inspirado por su admirable fortaleza, impavidez, paciencia, con el que ANTONIO predica, propala su balsámico evangelio: ‘ENVEJECER CON FELICIDAD’, el cual lleva alivio, fe y optimismo, luz y esperanza, alivio vital a los ‘VIEJOS’, estado -confieso- que me asusta como las velas y las flores, que esquivo, rehúyo últimamente, igual que los reflectores mediáticos, a sabiendas que los viejos guerreros nunca mueren, sólo se desvanecen físicamente; el talento tampoco se jubila.

Reflexión atada al principio de Epicuro: “la muerte es algo que no debemos temer, porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos”.

Decía el gran manizaleño, Silvio Villegas: “Lo peor de la muerte es el olvido”, premisa revaluada por la loada Asociación Nacional de Pensionados (ANPPE) al prohijar este justo, bien ganado reconocimiento, premio -que lo es- a la exitosa labor -qué duda cabe- de ANTONIO CANO GARCÍA.

Dijo Lao-Tse, coetáneo -se cree- de Confucio; ‘viejos maestros’ considerados los filósofos más relevantes de la civilización china: “La ¡GRATITUD! es el lenguaje, la memoria del corazón”.

Es de bien nacidos ser agradecidos, “mágica” palabra que cultivamos en la tierna infancia, que adorna, dulcifica, fortalece las almas buenas, generosas, íntegras que la practican; saborea las personas como quien hoy nos ocupa; aporta altruismo, sin dejar espacio a la confrontación, la envidia, al rencor, al resentimiento. Decir ¡GRACIAS!, es más que una norma de cortesía, es reconocer, apreciar con entereza, humildad y valentía -sin artificios- lo recibido.

Por insalvables razones, me privo de acompañar al inigualable, incomparable camarada, razón para notificarle con el prestado verso del poeta Eduardo Carranza: ‘Soneto con una salvedad’, “Salvo mi corazón, todo está bien”, no sin dedicarle -como colofón- este texto de perenne sabiduría: “Yo te reconozco a ti por lo que eres, por tus virtudes, por tu forma de ser, y te doy las gracias por formar parte de mi vida enriqueciéndola con tu presencia”. Abrazos

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