Es generalizada, casi unánime el repudio, la descalificación que los analistas políticos hacen de la sórdida gestión del presidente Petro, ganada -con creces- estimada como la más hipócrita, putrefacta de nuestra democracia, si es que así pudiera llamarse al el actual despelote, sin comparación con ningún otro en el ya bicentenario trasegar republicano; nudo gordiano, casi imposible de desatar. Gobernante que, como aventajado, descollante, sustancioso parlamentario, ayudado por el poder de la lengua, se erigió en caballero de la corrección política, insobornable, temido tribuno.
Reconocimiento alcanzado, gracias al valeroso desenmascare del paramilitarismo, del cártel de la contratación, de discernimiento el bien del mal, de lo legal de lo ilegal, actuación -en consecuencia- social, personal, políticamente, que atrajo simpatías, lo convirtió en acatado líder de la oposición, brújula que marcó el rumbo; faro que alumbró, iluminó el camino, que indicó lo que estaba bien, lo que estaba mal.
Capital político que como presidente, al poco andar, impensadamente se vino abajo, al creerse -envanecido- inmune, omnipotente, al punto que, tras el ambicionado liderazgo mundial, se dedicó a pontificar sobre lo divino y humano en cuanto foro internacional le plantaba un micrófono, intervenciones donde izó la monotemática bandera de la ‘lucha por la vida’, de las ‘energías limpias’, dejando expósitas las cinco promesas que lo llevaron a la presidencia: pobreza, transición energética, reforma agraria, educación y política industrial. convirtiéndose -ipso facto-, en un autocrático, arrogante, despreciable, intocable, mediático Savonarola criollo, mientras que el país -a la deriva- se trocaba en el imperio de la corrupción, producto de un delincuencial, palpable, repugnante entramado de descomposición, putrefacción que saltaba a la vista,
Para muestra: las masivas artimañas que condujeron al robo continuado en la UNGRD, donde se desaparecieron $380.000 millones -que es apenas ‘la punta del iceberg’-, orquestado por sus alfiles de confianza. Indigesta comilona cocinada por el chef del régimen, Carlos Ramón González, director del DAPRE, íntimo del avisado, despótico, insoportable tetrarca -sin autoridad moral-, ayudado por los segundones: Olmedo López y Sneyder Pinilla.
A efecto de eludir el dueño del Pacto Histórico su soterrada incumbencia como todopoderoso nominador de los confesos pícaros, a semejanza de Poncio Pilatos, corrió a lavarse las manos. Secuaces que tras un ‘principio de oportunidad’ reconocieron la tramoya, haberse embolsillado parte del cuantioso importe, el resto, usado para aceitar congresistas dispuestos a darle luz verde a los proyectos del Gobierno.
Por instrucciones del susodicho cocinero, confabulado con los ministros Bonilla y Velasco, dispusieron la la dádiva de $4.000 millones que engrosaron las alforjas de los presidentes de Senado (Iván Name) y Cámara (Andrés Calle); $92,000 millones, fueron para los cuatro contratos sugeridos por las ratas de la Comisión de Crédito Público, como contraprestación de la pupitreada del urgido cupo de endeudamiento, postulantes todos a lucir -merecidamente- el traje a rayas de presidiarios.
Ramón González, Fernando Velasco, Ricardo Bonilla, Diana Martínez, Alejandra Benavides y Jaime Ramírez
Esther Bitara, Juan Pablo Gallo, Wadith Alberto Manzur, Julián Peinado, Karen Astrith Manrique y Juan Diego Muñoza.
Inocultables, intolerables, infames hechos, que hacer copartícipe al intocable, desfachatado campeón de la arbitrariedad, de ¡Colombia Humana!, incurso en los mismos latrocinios que otrora combatió, denunció. Punible, repudiable amasijo con los precitados, concertados malhechores, para cargarse los fondos previstos para proveer de agua potable las sedientas comunidades wayuu de la árida Guajira; para atender las urgencias provocadas por el invierno; aliviar, apaciguar el hambre de las abandonadas, enfurecidas masas de vulnerables, revictimizadas por la naturaleza y por los impróvidos, corruptos gobiernos.
Volviendo atrás, el evidente objetivo de los nombrados ‘gestores de paz’, sus ‘nuevos amigos’: Mancuso, Hernán Giraldo (“Taladro”, el “Monstruo de la Sierra”), con sus incontables vírgenes-menores abusadas), Ramón Isaza: Don Berna; Jorge 40; Macaco; HH; Botalón; Martín Llanos; Cuco Vanoy; el Alemán, no era otro que congraciarse con ellos, lavándoles el abultado, criminal prontuario.
So pretexto de la ‘paz total’, ahora cabildea -falto de juicio- ante los EE. UU., la lunática clemencia, el indulto en favor de Ricardo Palmera -alias Simón Trinidad- quien paga una pequeña -para las que debe- condena de 60 años por el secuestro de los estadounidenses; despropósito que ha generado, unánime revuelo, desazón, rechazo por quienes no olvidan (mos) el atroz secuestro y asesinato -30 de septiembre de 2001- de la exministra de Cultura, Consuelo Araújo, ‘La Cacica’.
Extraviados, cómplices “gestos”, ambientados con extravagante, pomposa retórica lindante con la apología de la violencia, que socava la confianza en los intentados diálogo de paz con quienes asesinaron, secuestraron, reclutaron niñas, las violaron, esclavizaron sexualmente, perpetraron los más despiadados crímenes, las más crueles, execrables masacres, despojaron de sus tierra y desplazaron millones de campesinos; apabullantes monstruos a los que su solapado parigual se esfuerza -intencional, dolosamente- por encubrir.
Malabarismo para obtener socarronamente, una hierática amnistía, enmascarada con el cuentazo de la libertad es ‘transitoria’, sin que, expresamente haya fijado el plazo, ni las funciones. Conejo del que se me agotan las palabras para subrayarlo, para resaltar el asombro, ASCO, que me produce este indignante recuento, como los inentendibles, empalagosos abrazos, melosas zalemas, intercambios de “sombreros vueltiaos”: https://www.youtube.com/watch?v=FyElL4ZtffY
Inveteradas malas artes, que explican el indescifrable todo-vale, el inconcebible, impresentable enroque del compulsivo, confeso desenfrenado consumidor del rebautizado -por su amo- ‘café’, Armando Benedetti, consumidor -también- de la popularidad -irreparable- del Presidente; corrosiva, picante intimidad de la común adicción revelada, en un arrebato de rabia, de ‘éxtasis’ -probablemente-, enrostrada a través de la influyente mandadera, Laura Sarabia, adicionada con el recordatorio de “las cien reuniones en las que recaudé $15.000 millones de pesos que aseguraron el triunfo”, prosigue: “si salgo y cuento el resto de cosas de las que soy testigo presencial, nos vamos todos para la guandoca“. Bien-idos.
Intimidante amenaza -léase chantaje- que tiene en ascuas, maniatado, secuestrado -literalmente- al Presidente, lo que esclarece el altísimo, intempestivo costo asumido al designar súper-ministro al apestoso de marras, opacando -tácitamente- al ministro Cristo. Nominación que deshonra la majestad presidencial, acrecienta el desprestigio del inquilino de la transformada ‘Casa de Nari’, en antro, garito, consumidero.
Esto, por la urgencia de mantener callado al deslenguado precitado; silenciadas, en la penumbra, las inequívocas, quemantes develaciones, generadoras de desconfianza, de reiteración de la entronizada burla, desprecio de la ley; del Estado de Derecho; del ensordecedor ruido recogido por CSJ y el CNE. Importaculismo que ofende, tiene postrada la patria, amplificado en las redes sociales, por ávidos opinadores biempensantes, decentes.
Nombramientos de los paramilitares, hechos fraudulentamente, sin soporte legal, en el entendido que solamente eran posibles, siempre y cuando fueran postulados por el grupo que estuviera en conversaciones, tratos de paz con el Gobierno -que no es el caso-; extralimitación censurada por la Defensora del Pueblo y por la sala penal de la CSJ que sostuvo:
“No hay ninguna precisión acerca del tiempo o lapso de la designación, lo cual es inadmisible porque envía un mensaje equívoco a las víctimas. Consiste en que su agresor, antes que asumir los compromisos que le impone el sistema de justicia y paz derivados de sus múltiples conductas, y de que pesa en su contra una medida de aseguramiento de detención preventiva que debe cumplir para anticipar el cumplimiento de la pena, obtiene una desmedida contraprestación al ser designado como gestor de paz”.